sábado, 26 de febrero de 2011

CARTA DEL COMPAÑERO HERMES BINNER A TODOS LOS Y LAS SOCIALISTAS DE ARGENTINA


Santa Fe, 31 de enero de 2011
A los compañeros y compañeras del Partido Socialista,
A los que se debieron esconder en las dramáticas noches de todas las dictaduras y como la cigarra de María Elena Walsh, volvieron a emerger.
A los que enfrentaron a la dictadura asesina de Onganía, desde ese mismo 28 de junio de 1966 y con el tributo del compañero Adolfo Bello fusilado en la galería Melipal de Rosario.
A los cientos de jóvenes valientes que portando banderolas rojas con la franja celeste y blanca, ingresaron a Unione e Benevolenza desafiando al “no se puede” oficial del gobierno de facto y ese 23 de abril de 1972 crearon el PSP.
A los miles de jóvenes que el genocida Videla condenó a la migración, fueron perseguidos, encarcelados y sospechados por el solo hecho de ser jóvenes que soñaban y luchaban por un mundo mejor desde las filas del MNR.

jueves, 11 de marzo de 2010

Palabras del Presidente de la República, José Mujica Cordano, tras ser envestido en la Asamblea General del Parlamento Nacional


"Señora Presidenta de la Asamblea General, mi querida Lucía, Legisladores y Legisladoras que representan la diversidad de la Nación, Presidentes y Presidentas de países amigos que están con nosotros, altos funcionarios destacados para apoyar esta ceremonia, cuerpo Diplomático, Presidente de la Suprema Corte de Justicia, Comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas, Señores ex Presidentes, Dirigentes de los Partidos Políticos del Uruguay y de las principales organizaciones sociales, de las comunidades religiosas, en fin, señores y señoras. A todos los aquí presentes, gracias.Y también gracias a todos ustedes, compatriotas del alma, que nos acompañan en sus casas y en las calles.Mis conocimientos jurídicos, extraordinariamente escasos, me impiden dilucidar cuál es el momento exacto en que dejo de ser presidente electo para transformarme en presidente a secas. No se si es ahora, o si es dentro de un rato, cuando reciba los símbolos del mando de manos de mi antecesor.Por mi parte, desearía que el título de “electo” no desapareciera de mi vida de un día para otro. Tiene la virtud de recordarme a cada rato que soy presidente sólo por la voluntad de los electores. “Electo” me advierte que no me distraiga y recuerde que estoy mandatado para la tarea. No en vano, el otro sobrenombre de los presidentes es “mandatario”.Primer mandatario, si se quiere, pero mandado por otros, no por sí mismo.Con mejores palabras y más solemnidad, esto es lo que la constitución establece.La Constitución es un marco, una guía, un contrato, un límite que encuadra a los gobiernos.Ese es su propósito principal.Pero es también un programa, que nos ordena cómo comportarnos, en cuestiones que tienen que ver con la esencia de la vida socialPor ejemplo, nos manda literalmente evitar que las cárceles sean instrumentos de mortificación.O nos dice NO reconocer ninguna diferencia de raza, género o color.¡Cuánta deuda tenemos aún con la constitución!!¡Con qué naturalidad la desobedecemos! No está de más recordarlo hoy, un día en que nos enorgullecemos de estar aplicando las reglas con todo rigor y detalle.Pondremos todo nuestro empeño en cumplir los mandatos constitucionales. En cumplir los que aluden a las formas de organización política del país, por supuesto Y también en cumplir los enunciados constitucionales que describen la ética social que la nación quiere darse. Hoy es el día cero o el día uno de mi gobierno.Y para mí, gobernar empieza por crear las condiciones políticas para gobernar.Por si suena como un traba-lenguas, lo repito:para mí, gobernar, empieza por crear las condiciones políticas para gobernar. Y gobernar, para generar transformaciones hacia el largo plazo, es más que nada crear las condiciones para gobernar 30 años con políticas de estado. Me gustaría creer, que esta de hoy, es la sesión inaugural de un gobierno de 30 años.No míos, por supuesto, ni tampoco del Frente Amplio, sino de un sistema de partidos, tan sabio y tan potente, que es capaz de generar túneles herméticos que atraviesan las distintos presidencias de los distintos partidos ,y que por allí, por esos túneles, corren intocadas las grandes líneas estratégicas de los grandes asuntos.Asuntos como la educación, la infraestructura, la matriz energética o la seguridad ciudadana Esto no es una reflexión para el bronce ni para la posteridad. Es una formal declaración de intenciones.Me estoy imaginando el proceso político que viene, como una serie de encuentros, a los que unos llevamos los tornillos y otros llevan las tuercas.Es decir, encuentros a los que todos concurrimos, con la actitud de quien está incompleto sin la otra parte.En ese tono se va a desarrollar el próximo gobierno del Frente Amplio.Asistiendo incansablemente a las mesas de negociación con vocación de acuerdo.Puede ser que el gobierno tenga más tornillos que nadie,Más tornillos que el Partido Nacional, más que el Partido Colorado, más que los empresarios y más que los sindicatos…¿Pero de qué nos sirven los tornillos sueltos, si son incapaces de encontrar sus piezas complementarias en la sociedad? Vamos a buscar así el dialogo, no de buenos, ni de mansos, sino porque creemos que esta idea de la complementariedad de las piezas sociales, es la que mejor se ajusta a la realidad.Nos parece que el diagnóstico de concertación y convergencia es más correcto que el de conflicto, y que sólo con el diagnóstico correcto, se puede encontrar el tratamiento correcto.Miramos la radiografía, y lo que vemos adentro de la sociedad, son formas convexas y cóncavas, negociando el ajuste, porque se necesitan entre si. Entonces pensamos que sería contra natura, que los representantes políticos de esos retazos sociales, nos dedicáramos a separar y no a concertar.En Uruguay, todos los partidos políticos son socialmente heterogéneos. Pero los partidos tienen fracciones, y las fracciones tienen acentos sociales.Pero aún en el caso de las fracciones más específicamente representativas de sectores, el mandato de sus votantes no es el de atropellar ciegamente para conquistar territorio.Hace rato que todos aprendimos que las batallas por el todo o nada, son el mejor camino para que nada cambie y para que todo se estanque.Queremos una vida política orientada a la concertación y a la suma, porque de verdad queremos transformar la realidad.De verdad queremos terminar con la indigenciaDe verdad queremos que la gente tenga trabajo.De verdad queremos seguridad para la vida cotidiana.De verdad queremos salud y previsión social bien humanas.Nada de esto se consigue a los gritos. Basta mirar a los países que están adelante en estas materias y se verá que la mayor parte de ellos tienen una vida política serena.Con poca épica, pocos héroes y pocos villanos.Más bien, tienen políticos que son honrados artesanos de la construcción.Nosotros queremos transformaciones y avances de verdad.Queremos cambios de esos, que se tocan con la mano, que no sólo afectan las estadísticas sino la vida real de la gente.Para lograrlo estamos convencidos de que se necesita una civilizada convivencia políticaY no vamos a ahorrar ningún esfuerzo para lograrla. Por supuesto, nada de esto comienza con nosotros. El país tiene hermosas tradiciones de respeto recíproco que vienen de muy atrás.Pero es probable que nunca hayamos estado tan cerca de conseguir un cambio cualitativo en la intensidad de esos vínculos entre partidos políticos.. Quizás ahora podemos pasar de la tolerancia a la colaboración, de la confrontación controlada a ciertos modos societarios de largo plazo. Con el Frente Amplio en el gobierno, el país ha completado un ciclo. Ahora todos sabemos que los ciudadanos no le extienden cheques en blanco a ningún partido y que los votos hay que ganárselos una y otra vez en buena ley. Los ciudadanos nos han advertido a todos que ya no son incondicionales de ningún partido, que evalúan y auditan las gestiones, que los que hoy son protagonistas principales, mañana pueden convertirse en actores secundarios.Después de 100 años, al fin, ya no hay partidos predestinados a ganar y partidos predestinados a perder.Esa fue la dura lección que los lemas tradicionales recibieron en los últimos años. El país les advirtió que no eran tan diferentes entre sí como pretendían, que sus prácticas y estilos se parecían demasiado y que se necesitaban nuevos jugadores, para que el sistema recuperara una saludable tensión competitiva.Por su parte el Frente Amplio, eterno desafiante y ahora transitorio campeón, tuvo que aceptar duras lecciones, no ya de los votantes sino de la realidad. Descubrimos que gobernar era bastante más difícil de lo que pensábamos, que los recursos fiscales son finitos y las demandas sociales infinitas, que la burocracia tiene vida propia, que la macroeconomía tiene reglas ingratas pero obligatorias.Y hasta tuvimos que aprender, con mucho dolor, y con vergüenza, que no toda nuestra gente era inmune a la corrupción.Estos últimos años han sido entonces de intenso aprendizaje para todos los actores políticos.Es probable que todos estemos ahora más maduros y por tanto listos para pasar a una etapa cualitativamente nueva en el relacionamiento entre fuerzas políticas.Cada una con su identidad y sus énfasis ideológicos.Sin aflojarle ni a la pulseada ni al control recíproco.Pero sí ampliando dos capacidades que estamos lejos de haber llevado al máximo: la sinceridad y la valentía.Más sinceros en nuestro discurso político, llevando lo que decimos un poco más cerca de lo que de verdad pensamos y un poco menos atado a los que nos conviene.Y más valientes para explicarle, cada uno a su propia gente, los límites de nuestras respectivas utopías.Esa sinceridad y esa valentía van a ser necesarias para llevar adelante las políticas de estado que proyectamos.Para ponernos de acuerdo vamos a tener que rebajar nuestras respectivas posturas y promediarlas con las otras.Y esa rebaja implica líos obligatorios con nuestras bases políticas.Ese va a ser un test de valentía. Los temas de estado deben ser pocos y selectos.Deben ser aquellos asuntos en los que pensamos que se juega el destino, la identidad, el rostro futuro de esta sociedad.Sin pretensiones de verdad absoluta, hemos dicho que deberíamos empezar por 4 asuntos:educación, energía, medio ambiente y seguridad.Permítanme un pequeño subrayado: educación, educación, educación.Y otra vez, educación.Los gobernantes deberíamos ser obligados todas las mañanas a llenar planas, como en la escuela, escribiendo 100 veces, “debo ocuparme de la educación”Por que allí se anticipa el rostro de la sociedad que vendrá. De la educación dependen buena parte de las potencialidades productivas de un país. Pero también depende la futura aptitud de nuestra gente para la convivencia cotidiana.Y seguramente, cualquiera de los aquí presentes podría seguir agregando argumentos sobre el carácter prioritario de la educación.Pero, lo que probablemente nadie pueda contestar con facilidad es ¿a qué cosas vamos a renunciar, para darle recursos a la educación?¿Qué proyectos vamos a postergar, qué retribuciones vamos a negar, qué obras dejarán de hacerse?Con cuántos “NO” habrá que pagar el gran “SÍ” a la educación!Ningún partido querrá quedar en soledad para hacerse responsable de todo ese desgaste. Tendremos que hacerlo juntos, decidirlo juntos y por supuesto, poner el pecho juntos.Este es el significado de las políticas de estado.Sus consecuencias no deben beneficiar ni perjudicar a ningún partido en particular.¿Estamos dispuestos a hacerlo?Si no lo estamos, todas nuestras grandes declaraciones de amor por la educación, no serán más que palabrerío de discurso político. También hemos sugerido que los temas de infraestructura de energía, sean separados de la agenda gubernamental corriente, y tratados en común por todos los partidos. La energía es un asunto lleno de complicaciones técnicas.Implica complejos pronósticos sobre el stock de recursos no renovables, como los hidrocarburos. Pero también implica casi adivinanzas, sobre lo que nos traerá el desarrollo tecnológico de la energía solar o de la energía eólica. E implica cálculos, de resultado todavía incierto, sobre la conveniencia de hacer agricultura de alimentos o agricultura para producir bio-combustibles.Pero después que todos los ingenieros y todos los adivinadores del futuro den su veredicto, la política tendrá que ocuparse de las definiciones estratégicas, en temas en los que la opinión social va a estar dividida.El más notorio de esos temas, es el uso de energía nuclear para generar electricidad.Otro, es cuanto estamos dispuesto a pagar para apoyar las energías renovables que no son económicamente rentables, incluidos los biocombustibles.En estos temas, tan imprevisibles, el aumento de la base de sustento político no garantiza que se tomen decisiones óptimas. Pero SÏ asegura que los rumbos elegidos no serán modificados sobre la marcha.En materia energética no se puede avanzar en zig-zag. Porque pueden pasar décadas entre el momento en que un proyecto comienza a andar, y el momento en que empieza a producir. También , hemos reservado las estrategias de medio ambiente, para ser tratadas en régimen de políticas de estado.Hoy la comunidad internacional nos pide que nos pensemos a notros mismos como miembros de una especie, cuyo hábitat está cada vez más amenazado. Hace años que el país ha incorporado una fuerte consciencia sobre el tema, ha legislado con sabiduría y ha operado con decisión y transparencia.Pero la tensión, entre el cuidado del medio ambiente y la expansión productiva, va a ir en aumento. Vamos a estar cada vez más tironeados, entre las promesas de la explosión agrícola, y las amenazas asociadas al uso intensivo de agroquímicos.Para no hablar de asuntos aún mas complejos, como las incógnitas vinculadas a la modificación genética, de las especies vegetales.¡Hasta nuestras pobres vacas! con sus emisiones de gases, son un enorme tema de discusión medio ambiental en el mundo.Sobre todos estos asuntos, ya empiezan a escucharse algunos tambores de guerra. Afortunadamente, de guerra conceptual, entre los partidarios de la producción a rajatabla, y los preservacionistas a toda costa.El estado deberá arbitrar y tomar las mejores decisiones.Sean las que sean, deben tener un ancho respaldo político, para que tengan toda la legitimidad posible y puedan sostenerse en el tiempo, contra viento y marea.Aquí de nuevo el sistema político tendrá que ser sincero y valiente, porque para cuidar el medio ambiente habrá que renunciar a algunas promesas productivas. O al revés, para sostener la producción, habrá que rebajar la ambición de una naturaleza intocada.Nos jugamos mucho en todo esto. Tenemos que decidirlo entre todos.Y después, enfrentar las consecuencias entre todos. La seguridad ciudadana, es el último tema que estamos proponiendo abordar, de inmediato, en régimen de políticas de estado.No lo incluiríamos, si sólo se tratara de mejorar la lucha contra una aumentada delincuencia tradicional. Creemos, que no sólo estamos frente a un escenario de números crecientes, sino ante transformaciones cualitativas.Ahora tenemos drogas, como la pasta base, de muy bajo costo, que no sólo destruyen al adicto sino que lo inducen a la violencia.Y tenemos mafias enriquecidas, con amplia capacidad de generar corrupción en la policía. Y tenemos operadores del narcotráfico internacional, que usan el país para el tránsito, la distribución y el lavado de dinero.Aún, somos una sociedad tranquila y relativamente segura. Pero lo peor que podríamos hacer, es subestimar la amenaza. La sociedad ha levantado el asunto a los primeros lugares de la agenda pública y desde el sistema político tenemos que responder sin demora y a fondo. Educación, energía, medio ambiente y seguridad son los temas para los que debiéramos definir estrategias orientadas al largo plazo y luego, arroparlas, protegerlas del vaivén político para que puedan proyectarse en el tiempo y consumar sus efectos. Para todo lo demás, necesitamos que la política discurra en sus formas naturales: es decir, el gobierno en el gobierno y la oposición en la oposición.Con respeto recíproco, pero cada uno en su lugar.Como gobierno, nos corresponde la iniciativa para trazar el mapa de ruta.Aquí vamos.Lo que hoy comienza, se define a sí mismo, entusiastamente, como un segundo gobierno. Ya lo dijimos en la campaña: nuestro programa se resume en 2 palabras “Más de lo mismo”En primer lugar, vamos a darle al país 5 años más de manejo profesional de la economía, para que la gente pueda trabajar tranquila, e invertir tranquila.Una macroeconomía prolija es un prerrequisito para todo lo demás. Seremos serios en la administración del gasto,serios en el manejo de los déficit, serios en la política monetaria y más que serios, perros, en la vigilancia del sistema financiero.Permítanme decirlo de una manera provocativa: vamos a ser ortodoxos en la macroeconomía.Lo que vamos a compensar largamente, siendo heterodoxos, innovadores y atrevidos, en otros aspectos.En particular, vamos a tener un estado activo, en el estímulo a lo que hemos llamado, el país agro inteligente. El agro uruguayo está viviendo una revolución tecnológica y empresarial, creciendo muy por encima del resto del país.Los problemas son hoy otros: la sustentabilidad del suelo, la incorporación masiva del riego como factor de producción y sobre todo de mitigación ante las frecuentes sequías. Los proyectos de fuentes de agua que involucran predios de diferente propiedad, marcan una época y es un deber darles el máximo apoyo. Las políticas de reserva y de seguros son exigencias de la adaptación al cambio climático. La investigación, la recreación genética, la alta especialización en las ramas biológicas que nutren el trabajo agrícola de toda esta región, definible como último reservorio alimentario de la humanidad, son para nosotros el capítulo central de una especialización que hemos en llamar ¨el país agro-inteligente¨Queremos que la tierra nos de uno. Y a ese uno, agregarle 10 de trabajo inteligente. Para al final tener un valor de 11, verdadero, competitivo, exportable.No vamos a inventar nada, vamos con humildad detrás del ejemplo de otros países pequeños, como Nueva Zelanda o Dinamarca.Si el país fuera una ecuación, diría que la fórmula a intentar esagro + inteligencia + turismo + logística regional. Y punto.Esta, es nuestra gran ilusión.A mi juicio, la única gran ilusión disponible para el país.Por eso, no vamos a esperar de brazos cruzados que nos la traiga el destino o el mercado. Vamos a salir a buscarla con decisión.Pero también con seriedad.Apoyando sólo aquellas actividades, que una vez maduras, tengan verdadera chance de subsistir por sí mismas.No queremos repetir errores del pasado.En particular no queremos que nos vuelva a pasar lo que ocurrió entre los años 50 y 70, cuando la sociedad desperdició enormes recursos, en la quimera de industrias imposibles.Ya una vez quisimos ser antárticos, y producirlo todo fronteras adentro. Nos fue mal, muy mal. Seria criminal no aprender de aquellos dolores y volver a una economía enjaulada y cerrada al mundo. Y si vamos a ser proactivos en ciertas dimensiones de la economía productiva, vamos a ser el doble de proactivos en la búsqueda de una mayor equidad social.¡Eso sí, que no vamos a esperarlo sentados.!¡Ahí sí, que no tenemos paciencia para esperar que la prosperidad resuelva sola las cosas.Tal como hizo el gobierno que termina, vamos a llevar el gasto social a los máximos posibles. Y vamos a sostener y profundizar los múltiples programas solidarios emprendidos en los últimos 5 años.Ya bajamos la indigencia a la mitad, pero aún queda un 2 % de la población en esa situación. El objetivo es terminar con esta vergüenza nacional, y que hasta el último de los habitantes del país, tenga sus necesidades básicas satisfechas, en los términos definidos por las Naciones Unidas. Pero con saciar las necesidades básicas no hacemos nada! Hoy, y después de años de prosperidad y de esfuerzo solidario, 1 de cada 5 uruguayos, sigue en condiciones de pobreza.Aún, si al país como conjunto, le sigue yendo bien, estamos amenazados en convertirnos en una sociedad que avanza a 2 velocidades:unos recogen los frutos de un crecimiento acelerado,otros - por retraso cultural y marginación - apenas los contemplan.No es justo, pero además es peligroso, porque no queremos un país que se luzca en las estadísticas, sino un país que sea bueno para vivir.Y no será bueno, si la prosperidad y el bienestar de una familia, se tiene que disfrutar con muros o alambres de púa.De nuevo, para enfrentar la pobreza, la educación es la gran fuente de esperanzas.La escuela y sus maestros, son el ariete principal que hemos de usar para integrar a aquellos a los que las penurias dejaron al costado.El combate a la pobreza dura tiene mucho de acción formativa en la niñez y la adolescencia.A la cabeza de todas las prioridades va a estar la masificación de las escuelas de tiempo completo, seguido por el fortalecimiento de la Universidad del Trabajo y el sostén de esa maravilla que es el Plan Ceibal.Ya tenemos una computadora por niño y por maestro. Ahora vamos por una computadora por adolescente y por profesor.Y por conexión a Internet en todos los hogares. Si la educación es la vacuna, contra la pobreza del futuro, la vivienda es el remedio urgente para la pobreza de hoy.En primera instancia desplegaremos un abanico de iniciativas solidarias con la vivienda carenciada, DENTRO Y FUERA de los recursos presupuestales.Apelaremos al esfuerzo social. Vamos a demostrar que la sociedad tiene otras reservas de solidaridad que no están en el Estado.Me niego al escepticismo, sé que todos podemos hacer algo por los demás y que lo vamos a demostrar.¡Van a ver! , van a aparecer materiales, dinero, cabezas profesionales y brazos generosos. ! LES APUESTO A QUE SI ! No quiero olvidarme de nuestros pobres de uniforme.Las FF AA, llenas de pobres, van a ser parte del Plan de Emergencia Habitacional y vamos a movernos rápido para aliviar en algo la penuria salarial que las aflige.El pasado no es excusa para que hoy no nos demos cuenta que una patria de todos incluye a estos soldados.Nuestro reconocimiento para aquellos compatriotas militares que sirven en Haití y han demostrado una admirable entereza y eficiencia solidaria. En estos años, el Uruguay ha cambiado mucho, y nadie discute que ha cambiado para bien.Allí están los números económicos y sociales, de todos los colores.Pero hay un cambio menos visible, imposible de cuantificar, pero a mi juicio de gran importancia: el cambio en la autoestima, el cambio en la manera que nos percibimos a nosotros mismos y a los horizontes posibles.Nuestros modestos éxitos nos han hecho más ambiciosos y más inconformistas.¡Bienvenido inconformismo!¡Bienvenido el cuestionamiento de viejas certezas!Y en esta línea:BIENVENIDO EL PROFUNDO CUESTIONAMIENTO DEL ESTADO URUGUAYO.Del estado hacia adentro, como estructura, como organización, como prestador de servicios.El Uruguay se mantuvo al margen de los vientos privatizadores de los años 90. Es más, la sociedad recibió propuestas, las consideró y las rechazó explícitamente.Estuvimos entre los abanderados de ese rechazo y no nos arrepentimos.Pero el respaldo de los ciudadanos, fue a un modo de propiedad social, no a un modo de gestión de la cosa pública y menos, a sus resultados.Es probable que aquellos eventos y estas confusiones, hayan postergado demasiado la discusión franca sobre el Estado, sobre los recursos que consume y sobre la calidad de los servicios que presta.Hoy una revisación profunda es impostergable.Necesitamos evaluaciones serias, imparciales y profundas.Necesitamos números y comparaciones.Y con todo eso a la vista, tenemos que rediseñar el Estado.Todos sabemos que puede ser más eficiente y más barato.Esta reforma, no va ser en contra de los funcionarios sino con los funcionarios.Pero tampoco vale hacerse el distraído: el 90 % de la eficacia del estado se juega en el desempeño de los funcionarios públicos.La sociedad uruguaya ha sido benévola con algunos de sus servidores públicos y casi cruel con otros. Ha permitido que, funciones sencillas, que no requieren esfuerzo ni preparación, se paguen en algunas oficinas 10 veces más de lo que recibe quien realiza un trabajo imprescindible y duro, como un policía o un maestro rural.Cuando estas asimetrías duran un tiempo, pueden considerarse errores o desaciertos. Cuando duran décadas, más bien parecen ser manifestaciones de una sociedad que se va volviendo cínica.Del mismo modo la sociedad uruguaya ha protegido a sus servidores públicos mucho más que a sus trabajadores privados. Recordemos que en la crisis del año 2002 y 2003, casi 200 mil personas perdieron su trabajo y ninguna fue un funcionario público. Se estima que otras 200 mil sufrieron rebajas en sus salarios, y todos fueron trabajadores privados.Como bien ha dicho el presidente Tabaré Vazquez, esta es la madre de todas las reformas. No deberíamos permitir que esa madre nos siga esperando. ¿En que mundo vivimos? No está fácil de saber.Me gustaría preguntárselo, a cada uno de los ilustres visitantes que están aquí.Aunque sin duda tienen “mucho mundo”, me atrevería a decir que no van a poder darme una respuesta simple.¿Verdad que no?El mundo está cambiando a cada ratoY lo que es peor, a cada rato está cambiando la teoría, de cómo se construye, uno mejor.Todavía no acabamos de padecer las consecuencias de la crisis planetaria, con que nos obsequió el sistema financiero, en la cumbre del mundo.Descubrimos que habían creado un universo de burbuja y de casino. Pero que desde allí, no solo se jugaba a la ruleta, sino que se podía golpear al mundo productivo real.Durante la crisis, para rescatar lo que quedaba en pie, se rompieron dogmas que parecían sagrados, se decretó la muerte de los paradigmas vigentes y se volvió a la política, como a un refugio de esperanza. Hoy ante los desafíos no previsibles de la realidad, casi todos pensamos que ningún camino puede descartarse a priori,ninguna experiencia desconocerse, ninguna fórmula archivarse para siempre.Sólo el dogmatismo, quedó sepultado. No está fácil navegar. Las brújulas ya no están seguras de donde quedan los puntos cardinalesAsí que mirando las estrellas nos quedan algunas pocas certezas para orientarnos.Primero, que el mundo ya no hay un centro sino varios y que la globalización es un hecho irreversible.Por todos lados, los humanos anudamos nuestro destino y nos hacemos mutuamente dependientes. La idea de cerrase al mundo quedó obsoleta.Pero a su vez, el proteccionismo sigue vivito y coleando, y a menudo es protagonizado por unidades de tamaño continental. Los latinoamericanos, un poco a los tumbos, estamos intentando construir mercados más grandes¡Pero como nos cuesta!!Somos una familia balcanizada, que quiere juntarse, pero no puede. Hicimos, tal vez, muchos hermosos países, pero seguimos fracasando en hacer la Patria Grande.Por lo menos hasta ahora.No perdemos la esperanza, porque aún están vivos los sentimientos: desde el Río Bravo a las Malvinas vive una sola nación, la nación latino-americana. Dentro de nuestro hogar latinoamericano, tenemos un dormitorio que compartimos y que se llama MERCOSUR.! AYY MERCOSUR!¡Cuanto amor y cuando enojo nos suscita!Hoy estamos en público y no es el momento de hablar de los temas de alcoba.Solo déjenme afirmar que para nosotros, el MERCOSUR es “hasta que la muerte nos separe” y que esperamos una actitud reciproca de nuestros socios mayores. Finalmente, deseamos que el Bicentenario nos encuentre con un Río de la Plata más angosto, despejados todos los caminos que nos unen.He reservado para el final, la más grata de todas las tareas:saludar la presencia de quienes han venido a acompañarnos desde el exterior, especialmente de aquéllos que han venido desde muy lejos, casi inesperadamente.Años atrás hubiéramos considerado estas visitas como un valioso gesto diplomático, una cortesía de país a país.Creo que en los últimos tiempos, estas presencias tienen un significado mucho más intenso y mucho más político. Siento que al estar aquí, ustedes expresan el respaldo a los procesos democráticos de renovación del poder. Se hacen testigos de la celebración. Ya sabíamos del afecto ¡ Pero nos gusta más sentirlo en la presencia física de todos ustedes. Sentirlo cara a cara. Y también corresponderlo cara a cara! Esto es así, para el afecto entre la gente y para el afecto entre los países. Quererse de cerca, debería estar recomendado en las academias de diplomacia.Así que, amigos del mundo aquí presentes, reciban el agradecimiento del Uruguay entero. Sepan que no sólo estamos honrados por su presencia. También estamos contentos de tenerlos aquí y hasta diría que un poco conmovidos.Para terminar, déjenme llegar al borde de la exageración, y decir que,este gobierno que empieza, no lo ganamos, sino que lo heredamos.Porque la principal razón de mi llegada a la presidencia, es el éxito logrado por el primer gobierno del FA, encabezado por el Doctor Tabaré Vázquez.El y sus equipos han hecho un gran trabajo: les digo muchas gracias en nombre de 3 millones de uruguayos.Nosotros, vamos a seguir por el mismo camino, construyendo unaPATRIA PARA TODOS Y CON TODOS MUCHAS GRACIAS

martes, 23 de febrero de 2010

Este mundo de la injusticia globalizada, por JOSÉ SARAMAGO


Comenzaré por contar en brevísimas palabras un hecho notable de la vida rural ocurrido en una aldea de los alrededores de Florencia hace más de cuatrocientos años. Me permito solicitar toda su atención para este importante acontecimiento histórico porque, al contrario de lo habitual, la moraleja que se puede extraer del episodio no tendrá que esperar al final del relato; no tardará nada en saltar a la vista. Estaban los habitantes en sus casas o trabajando los cultivos, entregado cada uno a sus quehaceres y cuidados, cuando de súbito se oyó sonar la campana de la iglesia. En aquellos píos tiempos (hablamos de algo sucedido en el siglo XVI), las campanas tocaban varias veces a lo largo del día, y por ese lado no debería haber motivo de extrañeza, pero aquella campana tocaba melancólicamente a muerto, y eso sí era sorprendente, puesto que no constaba que alguien de la aldea se encontrase a punto de fenecer. Salieron por lo tanto las mujeres a la calle, se juntaron los niños, dejaron los hombres sus trabajos y menesteres, y en poco tiempo estaban todos congregados en el atrio de la iglesia, a la espera de que les dijesen por quién deberían llorar. La campana siguió sonando unos minutos más, y finalmente calló. Instantes después se abría la puerta y un campesino aparecía en el umbral. Pero, no siendo éste el hombre encargado de tocar habitualmente la campana, se comprende que los vecinos le preguntasen dónde se encontraba el campanero y quién era el muerto. 'El campanero no está aquí, soy yo quien ha hecho sonar la campana', fue la respuesta del campesino. 'Pero, entonces, ¿no ha muerto nadie?', replicaron los vecinos, y el campesino respondió: 'Nadie que tuviese nombre y figura de persona; he tocado a muerto por la Justicia, porque la Justicia está muerta'. ¿Qué había sucedido? Sucedió que el rico señor del lugar (algún conde o marqués sin escrúpulos) andaba desde hacía tiempo cambiando de sitio los mojones de las lindes de sus tierras, metiéndolos en la pequeña parcela del campesino, que con cada avance se reducía más. El perjudicado empezó por protestar y reclamar, después imploró compasión, y finalmente resolvió quejarse a las autoridades y acogerse a la protección de la justicia. Todo sin resultado; la expoliación continuó. Entonces, desesperado, decidió anunciar urbi et orbi (una aldea tiene el tamaño exacto del mundo para quien siempre ha vivido en ella) la muerte de la Justicia. Tal vez pensase que su gesto de exaltada indignación lograría conmover y hacer sonar todas las campanas del universo, sin diferencia de razas, credos y costumbres, que todas ellas, sin excepción, lo acompañarían en el toque a difuntos por la muerte de la Justicia, y no callarían hasta que fuese resucitada. Un clamor tal que volara de casa en casa, de ciudad en ciudad, saltando por encima de las fronteras, lanzando puentes sonoros sobre ríos y mares, por fuerza tendría que despertar al mundo adormecido... No sé lo que sucedió después, no sé si el brazo popular acudió a ayudar al campesino a volver a poner los lindes en su sitio, o si los vecinos, una vez declarada difunta la Justicia, volvieron resignados, cabizbajos y con el alma rendida, a la triste vida de todos los días. Es bien cierto que la Historia nunca nos lo cuenta todo... Supongo que ésta ha sido la única vez, en cualquier parte del mundo, en que una campana, una inerte campana de bronce, después de tanto tocar por la muerte de seres humanos, lloró la muerte de la Justicia. Nunca más ha vuelto a oírse aquel fúnebre sonido de la aldea de Florencia, mas la Justicia siguió y sigue muriendo todos los días. Ahora mismo, en este instante en que les hablo, lejos o aquí al lado, a la puerta de nuestra casa, alguien la está matando. Cada vez que muere, es como si al final nunca hubiese existido para aquellos que habían confiado en ella, para aquellos que esperaban de ella lo que todos tenemos derecho a esperar de la Justicia: justicia, simplemente justicia. No la que se envuelve en túnicas de teatro y nos confunde con flores de vana retórica judicial, no la que permitió que le vendasen los ojos y maleasen las pesas de la balanza, no la de la espada que siempre corta más hacia un lado que hacia otro, sino una justicia pedestre, una justicia compañera cotidiana de los hombres, una justicia para la cual lo justo sería el sinónimo más exacto y riguroso de lo ético, una justicia que llegase a ser tan indispensable para la felicidad del espíritu como indispensable para la vida es el alimento del cuerpo. Una justicia ejercida por los tribunales, sin duda, siempre que a ellos los determinase la ley, mas también, y sobre todo, una justicia que fuese emanación espontánea de la propia sociedad en acción, una justicia en la que se manifestase, como ineludible imperativo moral, el respeto por el derecho a ser que asiste a cada ser humano. Pero las campanas, felizmente, no doblaban sólo para llorar a los que morían. Doblaban también para señalar las horas del día y de la noche, para llamar a la fiesta o a la devoción a los creyentes, y hubo un tiempo, en este caso no tan distante, en el que su toque a rebato era el que convocaba al pueblo para acudir a las catástrofes, a las inundaciones y a los incendios, a los desastres, a cualquier peligro que amenazase a la comunidad. Hoy, el papel social de las campanas se ve limitado al cumplimiento de las obligaciones rituales y el gesto iluminado del campesino de Florencia se vería como la obra desatinada de un loco o, peor aún, como simple caso policial. Otras y distintas son las campanas que hoy defienden y afirman, por fin, la posibilidad de implantar en el mundo aquella justicia compañera de los hombres, aquella justicia que es condición para la felicidad del espíritu y hasta, por sorprendente que pueda parecernos, condición para el propio alimento del cuerpo. Si hubiese esa justicia, ni un solo ser humano más moriría de hambre o de tantas dolencias incurables para unos y no para otros. Si hubiese esa justicia, la existencia no sería, para más de la mitad de la humanidad, la condenación terrible que objetivamente ha sido. Esas campanas nuevas cuya voz se extiende, cada vez más fuerte, por todo el mundo, son los múltiples movimientos de resistencia y acción social que pugnan por el establecimiento de una nueva justicia distributiva y conmutativa que todos los seres humanos puedan llegar a reconocer como intrínsecamente suya; una justicia protegida por la libertad y el derecho, no por ninguna de sus negaciones. He dicho que para esa justicia disponemos ya de un código de aplicación práctica al alcance de cualquier comprensión, y que ese código se encuentra consignado desde hace cincuenta años en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aquellos treinta derechos básicos y esenciales de los que hoy sólo se habla vagamente, cuando no se silencian sistemáticamente, más desprestigiados y mancillados hoy en día de lo que estuvieran, hace cuatrocientos años, la propiedad y la libertad del campesino de Florencia. Y también he dicho que la Declaración Universal de los Derechos Humanos, tal y como está redactada, y sin necesidad de alterar siquiera una coma, podría sustituir con creces, en lo que respecta a la rectitud de principios y a la claridad de objetivos, a los programas de todos los partidos políticos del mundo, expresamente a los de la denominada izquierda, anquilosados en fórmulas caducas, ajenos o impotentes para plantar cara a la brutal realidad del mundo actual, que cierran los ojos a las ya evidentes y temibles amenazas que el futuro prepara contra aquella dignidad racional y sensible que imaginábamos que era la aspiración suprema de los seres humanos. Añadiré que las mismas razones que me llevan a referirme en estos términos a los partidos políticos en general, las aplico igualmente a los sindicatos locales y, en consecuencia, al movimiento sindical internacional en su conjunto. De un modo consciente o inconsciente, el dócil y burocratizado sindicalismo que hoy nos queda es, en gran parte, responsable del adormecimiento social resultante del proceso de globalización económica en marcha. No me alegra decirlo, mas no podría callarlo. Y, también, si me autorizan a añadir algo de mi cosecha particular a las fábulas de La Fontaine, diré entonces que, si no intervenimos a tiempo -es decir, ya- el ratón de los derechos humanos acabará por ser devorado implacablemente por el gato de la globalización económica. ¿Y la democracia, ese milenario invento de unos atenienses ingenuos para quienes significaba, en las circunstancias sociales y políticas concretas del momento, y según la expresión consagrada, un Gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo? Oigo muchas veces razonar a personas sinceras, y de buena fe comprobada, y a otras que tienen interés por simular esa apariencia de bondad, que, a pesar de ser una evidencia irrefutable la situación de catástrofe en que se encuentra la mayor parte del planeta, será precisamente en el marco de un sistema democrático general como más probabilidades tendremos de llegar a la consecución plena o al menos satisfactoria de los derechos humanos. Nada más cierto, con la condición de que el sistema de gobierno y de gestión de la sociedad al que actualmente llamamos democracia fuese efectivamente democrático. Y no lo es. Es verdad que podemos votar, es verdad que podemos, por delegación de la partícula de soberanía que se nos reconoce como ciudadanos con voto y normalmente a través de un partido, escoger nuestros representantes en el Parlamento; es cierto, en fin, que de la relevancia numérica de tales representaciones y de las combinaciones políticas que la necesidad de una mayoría impone, siempre resultará un Gobierno. Todo esto es cierto, pero es igualmente cierto que la posibilidad de acción democrática comienza y acaba ahí. El elector podrá quitar del poder a un Gobierno que no le agrade y poner otro en su lugar, pero su voto no ha tenido, no tiene y nunca tendrá un efecto visible sobre la única fuerza real que gobierna el mundo, y por lo tanto su país y su persona: me refiero, obviamente, al poder económico, en particular a la parte del mismo, siempre en aumento, regida por las empresas multinacionales de acuerdo con estrategias de dominio que nada tienen que ver con aquel bien común al que, por definición, aspira la democracia. Todos sabemos que así y todo, por una especie de automatismo verbal y mental que no nos deja ver la cruda desnudez de los hechos, seguimos hablando de la democracia como si se tratase de algo vivo y actuante, cuando de ella nos queda poco más que un conjunto de formas ritualizadas, los inocuos pasos y los gestos de una especie de misa laica. Y no nos percatamos, como si para eso no bastase con tener ojos, de que nuestros Gobiernos, esos que para bien o para mal elegimos y de los que somos, por lo tanto, los primeros responsables, se van convirtiendo cada vez más en meros comisarios políticos del poder económico, con la misión objetiva de producir las leyes que convengan a ese poder, para después, envueltas en los dulces de la pertinente publicidad oficial y particular, introducirlas en el mercado social sin suscitar demasiadas protestas, salvo las de ciertas conocidas minorías eternamente descontentas... ¿Qué hacer? De la literatura a la ecología, de la guerra de las galaxias al efecto invernadero, del tratamiento de los residuos a las congestiones de tráfico, todo se discute en este mundo nuestro. Pero el sistema democrático, como si de un dato definitivamente adquirido se tratase, intocable por naturaleza hasta la consumación de los siglos, ése no se discute. Mas si no estoy equivocado, si no soy incapaz de sumar dos y dos, entonces, entre tantas otras discusiones necesarias o indispensables, urge, antes de que se nos haga demasiado tarde, promover un debate mundial sobre la democracia y las causas de su decadencia, sobre la intervención de los ciudadanos en la vida política y social, sobre las relaciones entre los Estados y el poder económico y financiero mundial, sobre aquello que afirma y aquello que niega la democracia, sobre el derecho a la felicidad y a una existencia digna, sobre las miserias y esperanzas de la humanidad o, hablando con menos retórica, de los simples seres humanos que la componen, uno a uno y todos juntos. No hay peor engaño que el de quien se engaña a sí mismo. Y así estamos viviendo. No tengo más que decir. O sí, apenas una palabra para pedir un instante de silencio. El campesino de Florencia acaba de subir una vez más a la torre de la iglesia, la campana va a sonar. Oigámosla, por favor. José Saramago es premio Nobel de Literatura. Este texto fue leído en la clausura del Foro Mundial Social reunido en Porto Alegre (Brasil).

viernes, 22 de enero de 2010

"LA FALTA DE INVERSIÓN SOCIAL ES UNA INMORALIDAD”


Por Mario Drisun:

La sociedad santafesina observa con satisfacción y tranquilidad, por estos días, hechos paradigmáticos como la sanción al ex juez Víctor Brusa por violaciones a los derechos humanos, la rectificación del fallo en el caso Fraticelli, o la anulación de la jubilación de privilegio mal otorgada al ex juez de la Corte Rodolfo Vigo. Causas que no habían sido resueltas, poniendo al desnudo situaciones de connivencia entre la mala política y los distintos niveles del Estado. Hay todavía cuestiones básicas de la sociedad que quedan por saldar, pero es innegable que la Justicia y la calidad institucional en materia de control de los actos de la administración pública avanzan en la provincia de Santa Fe, donde hoy el Poder Ejecutivo ya no designa arbitrariamente a los magistrados y a los integrantes del Tribunal de Cuentas. A tal fin, se establecieron mecanismos para que las mujeres y hombres más idóneos y comprometidos con la democracia accedan a esos cargos a través de concursos públicos de oposición y antecedentes. En ese mismo sentido, se estableció un sistema de selección para el ingreso a la Administración Pública y se restablecieron los concursos para la carrera administrativa, con acuerdo de los gremios. De este modo se está poniendo freno a la inmoralidad y a la impunidad en nuestras tierras. No sólo por la acción de un gobierno en particular, sino también por un mayor nivel de madurez y conciencia ciudadana y de las instituciones de la sociedad civil, que se manifestó oportunamente, por ejemplo, para reclamar la anulación de la absurda ley de lemas, que permitió, durante tantos años, burlar la voluntad de las mayorías en nuestra provincia. La clara falta de políticas en defensa de los derechos de los ciudadanos y ciudadanas en el territorio de la provincia durante 24 años es, precisamente, inmoral.

La educación pública sin proyecto, con edificios derruidos, con escasos bancos para dar respuestas a las crecientes necesidades, obligó al gobierno del Frente Progresista a crear 186 escuelas nuevas para cumplir con la obligatoriedad de la escolaridad secundaria dispuesta por la ley nacional; además de la titularización de 10.000 maestros, que en algunos casos llevaban más de 20 años sin poder concursar.

Ciudadanos obligados a mendigar el derecho a la salud en largas esperas para resolver necesidades sanitarias básicas, en hospitales sin proyecto de crecimiento estratégico que se convirtieron en inhabitables edificios con paredes húmedas y descascaradas, con trabajadores en gran parte desmotivados por la impresión de que ya nada se podía cambiar. Esto también es inmoralidad. Para subsanar esta situación, el gobierno de Hermes Binner puso en marcha una profunda reestructuración del sistema público de salud, que contempla la construcción y equipamiento de ocho nuevos hospitales y 80 nuevos centros de atención primaria de la salud en toda la provincia. Esta política de acceso universal e igualitario a la salud ya consiguió, entre otros logros, la disminución del índice de mortalidad infantil.

Es inmoral que casi la mitad de nuestra población no tenga agua potable que le permita vivir con dignidad. El gobierno progresista formuló un plan para abastecer a todos los ciudadanos de la provincia, a través de la construcción de un sistema de 12 grandes acueductos. Y mientras tanto, se asiste a las poblaciones más perjudicadas y se proveen soluciones puntuales para permitir el autoabastecimiento.

El senador Juan Carlos Mercier, consciente de que los recursos son necesarios para dar respuestas a las necesidades de nuestro pueblo, a través de la inversión social, recorta el Presupuesto y modifica la reforma tributaria beneficiando con esto a los sectores concentrados de las economía que “ahorran” 600 millones. ¿Esto es moral? ¿Qué moral lo llevó a definir la privatización del banco de fomento de los santafesinos? ¿Cuál es la moral que permite a los distintos sectores del Partido Justicialista unirse para achicar el Presupuesto y realizar un brutal recorte de tributos, que debían aportar los sectores de mayor capacidad contributiva de nuestra provincia para garantizar los derechos de la mayoría? ¿Cuál es la moral que permite al PJ sostener ideólogos que primero participaron de los gobiernos de facto en nuestra provincia y luego ejecutaron las políticas de achicamiento del Estado en detrimento de los derechos ciudadanos? El proyecto de gobierno del Frente Progresista, su propuesta de inversión social, no sólo fue votada democráticamente en las urnas; también fue ratificada en proyectos concretos surgidos de las Asambleas Ciudadanas masivas, realizadas en todo el territorio, donde se consensuó un Plan Estratégico a 20 años para garantizar el cumplimiento de los derechos de todos los santafesinos. La convocatoria es a unirnos, no en defensa de un gobierno solamente, sino de los derechos de la mayoría de los ciudadanos. Este gobierno, moral, trabaja para esto.

martes, 22 de diciembre de 2009

El precio de los derechos


Hace algunos años dos importantes constitucionalistas americanos publicaron un libro que fue saludado como un hallazgo. En él, sin embargo, los autores no reivindicaban más que el sentido común. Su título era El coste de los derechos y su lema central muy sencillo: los derechos cuestan dinero. La libertad no es gratis.El subtítulo era precisamente ese: de cómo la libertad depende de los impuestos. Y su moraleja era que aquella cantinela que tratan de imponer los beatos y beatas del libre mercado se sustenta en realidad sobre un fraude intelectual: es imposible incrementar la libertad hasta el infinito y bajar los impuestos hasta el cero, es decir, la idea de que la disminución de los impuestos incrementa necesariamente la libertad es una superchería. Los enemigos de la acción del Estado no pueden simultáneamente presentarse como los paladines de los derechos individuales porque los derechos no son sino un conjunto de reglas respaldadas por la fuerza del Estado y financiadas con el dinero público.Los derechos y las libertades son también la expresión de un poder del Gobierno y de una autoridad jurídica. Incluso los derechos que se ejercen en el mercado. Porque un mercado moderno no es una práctica anómica, sino un tejido complejísimo de derechos y garantías. Y esos derechos y garantías se sustentan en los impuestos: no hay propiedad privada sin impuestos, ni contratos sin impuestos, ni préstamos sin impuestos.Sólo un Estado puede crear un mercado firme y dinámico en el que esté asegurada la garantía de los contratos y las transacciones sean respaldadas por la ley. Donde el poder del Estado no puede intervenir con eficacia surge la mafia y la extorsión, y no prosperan los contratos, ni los préstamos a largo plazo ni las hipotecas.Decía Hobbes, con intuición increíble, que sin Estado era imposible el "cálculo del tiempo". Es evidente por qué. Sólo se puede mirar al futuro cuando se está protegido por reglas estables capaces de hacer presente y confiable el tiempo que ha de venir, y de eso, y sólo de eso, pende la existencia de cosas tan prosaicas como la propiedad privada, los préstamos o las hipotecas. Sin Estado no hay predicción, sin predicción no hay derechos, y sin derechos no hay mercado. Pero como los derechos dependen de los impuestos, resulta que sin impuestos no hay mercado. Todo lo demás son patrañas. Si alguien quiere mercado, ha de querer impuestos.Esto no significa olvidar aquello que recordaba Antonio Machado, "sólo el necio confunde valor y precio". Porque es, en efecto, un necio el que piensa que lo valioso de algo es siempre igual a su precio de mercado. Pero más necio es todavía quien cree que las cosas que más valoramos no tienencoste alguno en términos de tiempo, de esfuerzo o de dinero.Curiosamente, esta segunda necedad parece agudizarse mucho en periodo electoral, en particular por lo que respecta a los derechos. Los derechos son, efectivamente, una de las cosas más valiosas que tenemos: valen mucho más que su precio, pero hay que decir bien alto que tienen precio, y sin pagar ese precio no se tienen los derechos. No vaya a ser que, llevados por esa necedad, queramos ahorrarnos el precio de los derechos y perdamos también su valor, como el pobre Jacob perdió su primogenitura por un plato de lentejas.Hay quien parece pensar que la mayoría de los ciudadanos obedece a esta estúpida lógica. Por eso nos es dado contemplar, no sin cierta vergüenza, cómo se les oferta un amplio surtido de platos de lentejas en forma de paguitas o descuentos fiscales. Como los vendedores ambulantes: ni treinta, ni veinte, ni diez, señores electores, ¡cinco! ¡todos sus derechos y más por el increíble precio de cinco euros!Lo peor viene después, porque aquellos ciudadanos que ceden a la burda oferta del reclamo electoral se encontrarán seguramente con que hay un incendio y no existen medios para sofocarlo, tienen un pleito y han de esperar mil años para verlo resuelto, enferman y se ven amontonados en el pasillo de un sanatorio, quieren un buen colegio para su hijo pero sólo los hay de pago, y les asaltan su tienda con toda impunidad porque no aparece por allí un coche de policía en toda la noche. Se han comido ingenuamente las lentejas fiscales y resulta que no tienen derechos o tienen sólo un remedo de derechos.Pese al discurso oficial y la apariencia exterior, España es un país en que los derechos de los ciudadanos funcionan bastante mal. Todos los derechos; también los que sustentan las actividades del famoso mercado. Y eso sucede porque es un país en el que no son muy eficaces las leyes. La mayoría de las propuestas legislativas de los partidos, que parecen tan osadas sobre el papel, se quedan en nada cuando llega el momento de su aplicación por las instituciones. Entonces resultan ser bastante inoperantes.Estos días experimentamos, por ejemplo, que, pese a nuestro flamante derecho a la salud, la organización institucional del sistema médico es enteca y caótica. En otras ocasiones vemos que la inoperancia de leyes e instituciones defrauda otros derechos. Cualquiera que haya intentado defender su propiedad, pedir la restitución de un bien o el pago de una deuda, es decir, cualquiera que haya tratado de poner en marcha los resortes jurídicos que protegen al mercado, lo sabe muy bien. El procedimiento es torpe y desesperante. Y la solución llega sólo muchos años después. Y eso se debe con toda seguridad a que nos hemos dado a la alegría de votar a quienes ofertan bajar los impuestos y prometen más justicia, mejor sanidad, y no sé cuántos policías más por kilómetro cuadrado. Es decir, pagar menos precio y tener más derechos, un señuelo para tontos que, sin embargo, parecen dispuestos a emplear todos los participantes en nuestro circo electoral.Nos dejamos así embaucar y decimos que sí a la promesa de los derechos y que no al pago de su precio. ¡Derechos gratis para el niño y la niña! Inútil: allí donde hay un derecho reconocido por la ley tiene que haber un remedio para el caso de que no sea respetado, y ese remedio tiene siempre un coste. Eso se aplica a todos los derechos, al derecho a la libertad religiosa y al derecho de voto, al derecho a la integridad física y al derecho de propiedad, y, por supuesto, también a los derechos a la protección del medio ambiente, a la salud y a la vivienda. Hasta se aplica, paradójicamente, a los derechos que tenemos para protegernos del gobierno y sus abusos, porque esa protección misma sería también impensable sin instituciones públicas y agencias de poder.Se dice que todo derecho de un ciudadano supone un deber en otros ciudadanos o poderes; si se incumple ese deber se defrauda el derecho y se genera una responsabilidad por ello. Si no podemos exigir esa responsabilidad es como si no tuviéramos derechos. Así son las cosas. Por eso el libro que antes citaba acaba en una aseveración contundente: ningún derecho que sea valioso para los ciudadanos americanos puede ser realizado efectivamente si el Tesoro está vacío.Una retórica malsana y tosca ha impuesto entre la gente el lugar común de la "voracidad recaudatoria" de "los políticos". Un no menos tosco y simplista latiguillo se está imponiendo en el discurso electoral: que bajar los impuestos aumenta la libertad, incrementa la riqueza, o incluso que "es de izquierdas". A ver si conseguimos de una buena vez alcanzar un nivel digno en la discusión de estos temas cruciales. Para ello los electores no han de ser tratados como estúpidos ni los políticos como pícaros irredimibles. Dejemos semejante discurso para la demagogia y la información mercenaria y pongámonos a hablar en serio de nuestros impuestos, es decir, de nuestros derechos.

Francisco J. Laporta es catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Capitalismo estilo Sarah Palin


TORONTO.- Estamos en un momento progresista, un momento en el que el piso se mueve bajo nuestros pies y cualquier cosa es posible. Lo que hace un año considerábamos inimaginable es ahora posible. En un momento como éste es fundamental ser claros con respecto a lo que queremos, porque podríamos conseguirlo. Suelo hablar del rescate financiero porque se trata de un robo en marcha, el mayor atraco de la historia monetaria. Pero hoy quiero enunciarlo con un enfoque diferente: ¿qué pasa si el rescate funciona, si el sector financiero se salva y la economía retoma el curso en el que se encontraba antes del azote de la crisis? ¿Eso es lo que queremos? ¿Y qué aspecto tendría ese mundo? La respuesta es que tendría el mismo aspecto que Sarah Palin. Y esto no es un chiste. Veamos: Sarah Palin apareció en la escena mundial como candidata a la vicepresidencia el 29 de agosto en un acto de campaña de McCain, con bombos y platillos. Exactamente dos semanas más tarde, el 14 de septiembre, Lehman Brothers colapsó, lo que desencadenó la crisis financiera mundial. En cierto modo, Palin fue la última expresión del capitalismo usual antes de que todo se desmoronara. Con su lenguaje sencillo y hogareño, ella nos mostró la trayectoria que seguía la economía estadounidense antes del derrumbe. Al ofrecernos un atisbo de este futuro, que evitamos por un pelo, nos da la oportunidad de preguntarnos: ¿queremos llegar allí? ¿Queremos salvar el sistema en el que estábamos? ¿O queremos usar esta crisis y el mandato electoral de un cambio serio para transformar ese sistema? Debemos dar una respuesta clara ahora. O aprovechamos esta oportunidad o la perdemos. ¿Qué nos estaba diciendo Palin sobre el capitalismo antes de ser interrumpida por la crisis? Antes de que ella apareciera, el público estadounidense empezaba a advertir la urgencia de la crisis climática, el que nuestra actividad económica esté en guerra con el planeta y que es necesario instrumentar un cambio radical. Se había empezado a hablar de eso: los osos polares estaban en la tapa de la revista Newsweek . Es cuando hace su entrada Sarah Palin. El núcleo de su mensaje era: esos ambientalistas, esos liberales, están equivocados. No hay que cambiar nada. No hay que repensar nada. Sigan manejando sus autos que engullen nafta, sigan yendo al Wal-Mart a comprar todo lo que se les antoje. "Estadounidenses -dijo en la Convención Nacional Republicana-, debemos producir más de nuestro propio petróleo y nuestro propio gas. Se lo dice una chica que conoce la región de North Slope, en Alaska, donde tenemos muchísimo de ambos." Y la multitud reunida respondió entonando y coreando: "A perforar, nena, a perforar". Viendo esa escena en la TV, con esa escalofriante mezcla de sexo, petróleo y patrioterismo, recuerdo haber pensado: "Diablos, la convención republicana se ha convertido en una manifestación a favor de fornicar el planeta Tierra". Literalmente. Pero lo que Palin decía es eso que forma parte del ADN del capitalismo: la idea de que el mundo no tiene límites. Estaba diciendo que no existen las consecuencias ni los déficits del mundo real. Porque siempre habrá otra frontera, otra Alaska, otra burbuja. Sólo hay que seguir adelante y descubrirla, El mañana nunca llegará. Esa es la mentira más consoladora y peligrosa que existe: la de que es posible un crecimiento perpetuo e infinito en nuestro planeta finito. Y tenemos que recordar que este mensaje fue increíblemente popular en esas primeras dos semanas, antes de la caída de Lehman. A pesar de los antecedentes de Bush, Palin y McCain seguían adelante. Y si no fuera por la crisis financiera, y por el hecho de que Obama empezó a conectarse con los votantes de la clase trabajadora, al cuestionar la desregulación y la economía del goteo de la riqueza, tal vez hubieran ganado las elecciones. Para enfrentar la mentira del crecimiento perpetuo y la abundancia ilimitada, que es el núcleo de las crisis financiera y ecológica, debemos mirar muy atrás, no sólo los últimos ocho años de Bush, sino hasta el momento de la fundación de este país, hasta la idea del Estado colonizador. El capitalismo moderno nació con el así llamado descubrimiento de las Américas. Fue el saqueo de los increíbles recursos naturales de las Américas lo que generó el exceso de capital que posibilitó la Revolución Industrial. Los primeros exploradores hablaban de esta tierra como una Nueva Jerusalén, una tierra de tan infinita abundancia, y tan accesible, que el pillaje no acabaría nunca. Esta mitología está en todas nuestras historias bíblicas -diluvios y nuevos comienzos, éxtasis y rescates- y ocupa el centro del "sueño americano", con su constante reinvención. Lo que el mito nos dice es que no tenemos que vivir con las consecuencias de nuestros actos. Siempre podemos escapar y empezar de nuevo. Estas historias siempre fueron peligrosas para la gente que vivía en las tierras "descubiertas", que las trabajaba con esfuerzo. Pero ahora el planeta entero nos dice que ya no podemos permitirnos la idea de ilimitados nuevos comienzos. Por eso resulta significativo que en el momento en que apareció algún instinto de supervivencia humana y empezamos a entender los límites naturales, apareciera Palin, la nueva encarnación de la mujer de frontera colonial, diciendo: "Vengan a Alaska. Siempre hay más. No piensen, simplemente tomen. No se trata de Sarah Palin. Se trata del significado de ese mito de constante "descubrimiento" y de lo que nos dice sobre el sistema económico por cuya salvación están gastando billones de dólares. Lo que nos dice es que el capitalismo, librado a sus propios recursos, nos empujará más allá del punto en que es posible la recuperación climática; y que evitará a cualquier precio un balance serio, ya sea de sus deudas financieras o de sus deudas ecológicas. Porque siempre hay más. Una nueva solución rápida. Una nueva frontera. El mensaje se vendía, como siempre. Sólo cuando se derrumbó el mercado de valores la gente empezó a decir. "Tal vez Sarah Palin no sea una buena idea esta vez". Siento que nos han dado una última oportunidad, una especie de indulto. Trato de no ser apocalíptica, pero lo que leo sobre el calentamiento global da miedo. Esta crisis económica, espantosa como es, nos alejó de ese precipicio ecológico al que estábamos por saltar con Sarah Palin y nos dio un poco de tiempo para cambiar de curso. De pronto tuvimos permiso para hacer juntos otras cosas además de comprar. Pero no nos hemos liberado del mito. La obstinada ceguera a las consecuencias que tan bien representa Sarah Palin está arraigada en la manera en que Washington está respondiendo a la crisis financiera. Washington preferiría arrojar billones de dólares en un agujero negro antes que descubrir la profundidad de ese agujero. Tanta es la obstinación de no enterarse. Y vemos otros muchos signos de que la vieja lógica está volviendo. Los salarios en Wall Street ya han vuelto casi al nivel de 2007. Hay una cierta electricidad en las afirmaciones de que el mercado de valores se está recuperando. "¿Ya podemos dejar de sentirnos culpables?", casi podemos escuchar preguntarse a los comentaristas. "¿La burbuja ya ha vuelto a inflarse?" La crisis no matará al capitalismo, ni siquiera lo cambiará sustancialmente. Sin la enorme presión popular a favor de una reforma estructural, la crisis sólo implicará una dislocación solucionable. El resultado será una desigualdad aún mayor que la anterior a la crisis. Los mercados financieros son rescatados para impedir que el barco del capitalismo se hunda, pero no se desagota agua, sino gente, en nombre de la "estabilización". El resultado será un barco más pequeño y peor. Porque una mayor desigualdad -gente muy rica viviendo junto a desesperados- exige una mayor dureza de corazón. Necesitamos creernos superiores a los excluidos para vivir cada día. ¿Nuestra tarea será rescatar este barco, el mayor barco pirata que existió, o reemplazarlo por una nave más sólida, con espacio para todos? Uno que no requiera que arrojemos a nuestros vecinos por la borda para salvar a los pasajeros de primera clase. Uno que entienda que la Tierra no tiene la capacidad para que todos nosotros vivamos cada vez mejor, pero sí la tiene para que todos vivamos bien. El capitalismo sobrevivirá a esta crisis, pero el mundo no puede sobrevivir a otro retorno del capitalismo.
Naomi Klein